Queridx First name / amigx, |
|
Me ha costado bastante hacer las paces conmigo misma. Creo que no seré la única que se haya sentido así y que, más de una vez, nos ha pasado que la decepción que una carga hacia sí a veces resulta imposible de apagar. Cierro una etapa -mini etapa o etapita, como dije el otro día- en la que mando todas mis cosas a Pamplona y abandono mi cuarto después de tan solo tres meses. Dicho así suena como una derrota. Ese “si todo va mal siempre puedes volver” se ha hecho realidad. ¿No me esforcé lo suficiente? ¿Es mi culpa? ¿Ha sido esto un fracaso? Mis pensamientos no se cortan un pelo cuando el objetivo es derrumbarme, y, por mucho que intenté apaciguarlos, han sido varios los días que cargaba con esa desazón y sentimiento agridulce de que quizá esta era la última vez que cogía una bici eléctrica por el Passeig Sant Joan después de una noche de juerga. |
|
El chip cambió cuando no lo vi como un fin sino una pausa. Y empecé a enfocarme en los proyectos que estoy llevando a cabo este verano. Mis viajes por Londres, Amsterdam, París y una lista todavía por cerrar. También creo que ha sido fundamental el cambio de chip de pensar que el estado de incertidumbre es uno que no deja de sentirse de manera repentina. Que es incómodo, nuevo, diferente, pero uno logra convivir con ello y encontrar espacios de nitidez, de alegría. Como dice Amaia, “ es todo tan relativo”. |
|
En esta reconciliación con la pausa, el disfrute dentro de la incertidumbre y las paces con una misma, resulta inevitable pensar en lo simbólico que es que este momento turbulento coincida con el verano. Un espacio temporal en el que los días se estiran, las oportunidades florecen y la libertad se palpa. Entre tanta inmensidad, es imposible no sentirse sobrecogida. Es por eso que el texto de Carmen Pacheco resulta de lo más oportuno para recordar que son momentos los que hacen que el verano sea especial. Estoy segura que no solo habla del verano, sino de la vida en general. Dice así: “El verano perfecto no es más que una suma de momentos luminosos escogidos en la memoria. No importa si duran semanas o segundos. No importa si estás en el mar o sobre la hierba. No importa si los vives a solas o en compañía. Solo tienes que ser consciente de ellos”. |
|
Y como si no fuera esto poco, llega San Fermín. Que nos recuerda que la respuesta reside en esos momenticos, aquellos que van sumando y sumando y hacen sentir una auténtica euforia. Y yo no he podido nunca describirlo tan bien como lo hizo esta persona, que no sé quién fue (esta cita la guardé en el 2018), pero que qué bien lo hizo: "Una vez alguien me dijo que San Fermín nos enseña a morir. Como ocurre con los grandes poemas, puso palabras a una realidad que llevamos tatuada y no descubrimos hasta que se ilumina en un folio o en boca de otro. Basta con asomarse a cualquier adoquín de la Pamplona de blanco y rojo para darse cuenta de que aquello es un homenaje a lo efímero. Una rebelión ante los dioses para advertirles que, al menos durante siete días y en un lugar en el mundo, sabemos disfrutar del tiempo que se escapa y sonreír a las cenizas que seremos”. |
|
Creo que valorar las pausas, buscar los momentos y seguir pasito a pasito cultivando aquello que nos va motivando y nos va impulsando es la clave para afrontar esta nueva incertidumbre. Que estén mis cosas en Pamplona no es más que una situación circunstancial, algo del momento de ahora y que en breves volverá a cambiar. Y eso está bien. Muchas gracias, nuevamente, por llegar hasta aquí. Espero que este julio traiga muchos momenticos que te hagan vislumbrar el verano, que te tomes las pausas que necesites para recargar, y que apacigües las bestias que nos gritan. Con mucho amor, |
|
PD. he salido a disfrutar de la fiesta, pero con los años son menos las ganas de trasnochar y son más las de empaparse de esos momenticos. Salí con mi cámara y recorrí las calles como no lo había hecho en mucho tiempo, y fue una maravilla. |
|
|