Algo que he aprendido luego de participar en muchísimos procesos de selección es que:
La percepción que se tiene sobre una vacante puede verse nublada por cómo te sientes al finalizar una prueba de conocimientos.
Esta herramienta es utilizada por muchas empresas y entidades, sobre todo aquellas de gran tamaño, para evaluar los conocimientos profesionales y/o formativos de un candidato para la posición a la que está aplicando.
Pueden aplicarse ya sea antes de la entrevista o después. Y, en ocasiones, puede ser determinante para que se realice la oferta laboral o no.
Hoy te cuento dos momentos importantes en donde lo que vi en papel influyó en mi preparación para la entrevista.
Prueba para un puesto “entry level”
En ese momento tenía un puesto de baja responsabilidad y decidí aplicar a esta vacante cuyo anuncio vi en el periódico, en un sector en el que no tenía ninguna experiencia. Pasé los filtros iniciales y llegué a la fase de pruebas.
Cuando leí el documento, me cayó un balde de agua fría pues encontré cada pregunta más difícil que la anterior. Escuché una voz en mi cabeza decir: “Gisselle, ¡en qué estabas pensando!”. Sin embargo, luego de revisar detenidamente toda la prueba, decidí enfocarme en las equivalencias que pude identificar.
Me mantuve alineada a lo básico, a mi preparación y experiencia previa, y completé cada pregunta. Y la entregué "al filo del peligro", a apenas cinco minutos de completarse el tiempo establecido. Al salir del edificio me fui convencida de que no había logrado pasar la prueba escrita.
Confieso que, hasta cierto punto, ya me había generado algo de predisposición. Pensé que muy probablemente estaba apuntando “muy alto” y que no sería capaz de avanzar en ese proceso. Para mi sorpresa, pasé la prueba y fui convocada a entrevista.
En ese momento agradecí y me permití reconocer que por algo había pasado la prueba. Me preparé por completo para la entrevista y conseguí el puesto.
Prueba para un puesto “Junior”
Me encontraba ya en un “entry level” (sí, el puesto anterior) y decidí aplicar a una vacante con un poco más de responsabilidad. Nuevamente pasé todos los filtros iniciales y llegué a la prueba escrita.
En esta ocasión, el contenido de la prueba me pareció más fácil, pues ya tenía experiencia en ese sector. Recuerdo haber terminado antes del tiempo establecido y haber enviado el correo con una sonrisa en el rostro. Me sentí como pez en el agua. Luego de la prueba, estaba convencida de que el puesto realmente se encontraba dentro de mi alcance.
"Puedo hacerlo", me dije varias veces. Digo, ¿cómo no sentirme tan confiada si me había ido “tan bien” en la prueba? Y sí, pasé la prueba.
Como ya me sentía “familiarizada” por mi desempeño, me “relajé” en la preparación para la entrevista. No le dediqué la misma cantidad de horas como solía hacerlo. Pues, como la prueba en sí había sido tan llevadera, confié en esto y llegué a la entrevista con un enfoque más confiado y con certeza absoluta de tener todo “bajo control”.
Me equivoqué por completo.
De lo único que tuve “control” al final fue de decidir “bajo” qué carpeta en mi correo guardaría la respuesta de Recursos Humanos en donde me decían que no había sido seleccionada.
Estas dos experiencias me enseñaron de que las pruebas, aunque te dan un pulso de la vacante de tu interés, no deben interferir en tu ritmo ni dedicación en el proceso de aplicación.
Y que estudiar a fondo la descripción del puesto (tengas o no pruebas escritas, y/o creas que te fue bien o no en estas) y no dar nada por sentado, es crítico para el proceso de preparación para entrevistas.
Tú también puedes aprender a "Aplicarte al Aplicar" y, además, a “Comunicar” y “Conectar(te)” durante las entrevistas.
Si lo anterior resuena contigo, estaré encantada en acompañarte si me lo permites.
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