Me pregunta una suscriptora nada más suscribirse que dónde está mi mini curso de cosmética bio. 
Que dónde se lo descarga, que solo ve un mail que le huele a marketing y a querer venderle algo.
Y que eso le parece un engaño.
 
Y eso me ha hecho replantearme toda mi secuencia de mails.
Porque no quiero que mis letras huelan a que te quiero vender algo.
Me da pavor eso.
Quiero que quede total y meridianamente claro que quiero venderte algo. 
Que voy a venderte algo.
Cada día.
Con cada mail.
En unos será una idea, un libro, una lección de tóxicos. 
En otros una crema, un suplemento, un estilo de vida donde tú eres el centro.
 
En cada uno de ellos te voy a contar una historia y luego te voy a proponer algo que he probado personalmente, que he testado, que me ha flipado y que creo que es bueno para ti, para tu organismo, para tu piel, para tu cocina, para tu vista, para tu intelecto…
Tú lo compras y yo, con esta recomendación, gano dinero.
Aunque muchas veces no me llevo ni un euro cuando te aconsejo personas a las que seguir, proyectos a los que apoyar, tiendas en las que comprar, tóxicos que eliminar…
Ostia, ¡¡creo que es una newsletter muy completa!! 
Si te mola lo que te recomiendo lo compras, si no, lo dejas.
Pero hay gente a la que le molesta que le venda.
Porque tiene el foco descentrado.
 
Tenemos un grave problema con el dinero.
Todos lo queremos ser millonarios, pero nadie quiere ganar dinero.
Eso es deshonroso.
Sucio.
Maquiavélico.
Queremos ser millonarios pero que el parné caiga del cielo.
Vivimos en uno de los países con más gasto per cápita del mundo y el primero de Europa en loterías y apuestas.
¿Alguna persona en la sala que no sueñe con ello?
Pero no queremos ganarlo vendiendo ni que otros lo hagan con sus ventas.
¿Cómo se come eso?
¿No es más indecente querer tener dinero sin haber aportado valor primero?
 
Si trabajas en un taller de motos, vives de la venta.
Si trabajas en un horno, vives de las ventas.
Si trabajas en una notaría, vives de las ventas.
Si trabajas en un centro de investigaciónes científicas, vives de la venta.
Si trabajas en una academia de idiomas, vives de la venta.
Si eres poeta, vives de las ventas.
Y así hasta el infinito y más allá.
Todos vivimos de las ventas.
Pero (casi) todos odiamos vender.
 
Y ¿sabes qué? 
Es hora de cambiar esa lente desenfocada.
Yo amo que me intenten vender.
Pero que lo hagan bien.
Sin subterfugios, sin medias tintas, sin palabras vacías.
Sin llamarme a las cuatro de la tarde y soltarme un rollo sin siquiera preguntarme.
Eso no es venta, eso es joder.
Y huyo de quien me dice que no me quiere vender.
Corro como si corriese por mi vida cuando alguien me ofrece algo gratis.
¿Sabes por qué?
Porque todo en la vida es venta. 
T O D O.
Y cuando te dan algo gratis, querida amiga, entonces el producto eres tú.
Y entre ser un cliente con poder de elección y un producto con el que otros comercian, pues elijo siempre la primera.
 
Para mí nunca serás un producto.
Nuca te tratare como si fueras gilipollas o te hubieras caído de un guindo.
Por eso quiero que seas mi clienta.
Porque creo que lo que aporto es realmente bueno, que ayuda, que mejora las vidas.
Lo creo desde lo más profundo de mi ser.
Porque junto con la venta siempre te llevas un trozo de verdad, de una mirada distinta, de un pensamiento fuera de la caja, de algo que te ayuda a llevar una vida sin tóxicos y con más consciencia.
Y tú eres la que tiene el poder.
Si quieres lo compras, si no lo dejas.
Esta relación es eterna por mi parte, tú la cortas cuando quieras.
Sin rencores, sin cuentas pendientes, sin permanencia.
Te quiero libre, entera, sana, despierta, sincera.
No sé dar más por menos.
¿Te vendo?
 
Porque no se me ocurre mejor forma de decirte que te quiero
 
Orgànics Magazine
Valencia, Valencia 46006, España