Ayer me escribió una persona diciéndome que se había sentido ofendida porque en mi newsletter había llamado a las palomas ‘ratas con alas’.
En Valencia hay miles de ellas. 
Y están tan ofendidas como esta lectora que, textualmente, se ha sentido violentada al leer mis palabras y le resulta inquietante leer algo así sobre los animales.
Yo, mí, me, conmigo.
 
Como podrás comprender, le he dicho que tiene toda la razón y que para no seguir siendo ofendida puede darse de baja de mi newsletter.
Porque las palomas me parecen ratas con alas.
Y las avispas que pican a mi hijo son putas avispas.
 
No sé qué tipo de sociedad estamos construyendo.
Te juro que hablo con las palomas, todas ellas, y no les importa un carajo si las considero ratas con alas o escarabajos.
Y las jodidas avispas se afanan en sobrevolar a Leo aunque les advierta que las voy a maldecir a ellas y a toda su descendencia si le pican.
A la tierra, al planeta, nuestras opiniones se la trae al pairo.
Te lo juro. 
No le importa nada de lo que hagamos. 
Es nuestro ego el que se siente dolido, ofendido, vilipendiado.
 
La tierra es tan grande, tan inmensa, tan sabia, tan bondadosa que seguirá dando vueltas a pesar de mis injustas y dolosas opiniones.
Las palomas seguirán con su cucurrucucú.
Y las avispas con su zumbido.
No soy ni una gota en el océano y, sin embargo, parece que tengo el poder de causar una gran molestia con mis letras.
Con mis putas letras.
 
Esta persona termina diciendo que somos los seres humanos los que somos como una plaga.
Estoy por dejar de respirar.
Me ha llamado plaga.
Y eso me ofende grandemente.
 
Más allá del sarcasmo que le estoy poniendo al mail, creo que se nos ha ido la pinza con esto de las ofensas.
Y estamos en una zona peligrosa.
Mucho.
Mi libertad de expresión no puede ser coartada o coaccionada en modo alguno solo por el hecho de que te ofenda cómo me expreso.
Es un derecho básico recogido en la Constitución Española.
Si crees que mis palabras ofenden y son constitutivas de delito, no es a través de IG donde te tienes que comunicar conmigo, sino a las autoridades.
Pretender coartar mi libertad de expresión con semejante mensaje sí es duro de entender.
 
Y si a alguien le molestara que te contara que el azúcar es tan adictiva como la cocaína porque vende pasteles?
Y si alguien me dijera que soy ofensiva porque no me gustan los cactus y ella los cultiva?
Y si alguien decide reprenderme porque te quiero sana y ellos te quieren enferma como la mayoría de las marcas que analizo?
Sabes como se le llama a eso?
CENSURA PREVIA
Y eso sí es grave.
Mucho más que decir que las palomas me parecen ratas con alas.
  
Este tipo de mensajes de personas eternamente ofendidas por lo que decimos el resto atacan directamente a la base de la libertad de expresión. Algo que defiendo desde que empecé periodismo hace 30 años y es algo a lo que jamás voy a renunciar.
JAMÁS.
 
Porque si te quiero sana, libre, sin dobleces, transparente y completa no puedo hacerlo desde una jaula de letras.
No puedo hablarte con libertad con una camisa de fuerza puesta.
No puedo contarte todo lo que te jode la vida y mata a los animales a los que amo sin reservas (a pesar de mi soez lenguaje) si me pones cortapisas, si me languideces, si me quitas mi lengua a veces viperina.
Pretender que sea un sucedáneo de mí misma porque mis palabras ofenden tu gran ego me parece perverso.
A veces disfrazamos de ofensas las imposiciones, la intransigencia, la mirada dura, el juicio a los demás.
Y quizá sea eso lo que nos tenemos que hacer mirar.
 
Te juro que la tierra está ok con mis palabras.
Me conecto todos los días con ella. 
Y con la paloma que visita cada día mi balcón para robarme trocitos de plantas y hacer su nido de amor.
 
Orgànics Magazine
Valencia, Valencia 46006, España