Uno de mis hobbies extraños es ver entrevistas. Lo escribo y hasta suena raro.
¿Ver entrevistas cuenta como hobby? Mmm... ¿vos qué pensás?
A mí, particularmente, me encanta. En una buena racha miro una por día. (Ideal: en la cama, con un café al lado).
Y aunque tengo una lista eterna de charlas que me gustaron muchísimo, hacía tiempo que no me cruzaba con una que me dejara ese “wow”.
En estas horas de estar sentada frente a la compu, creo que lo que busco es eso: algo que me mueva, que me incomode, que me inspire. También busco aprender, conocer, entender y otras formas de vivir.
En esta era de la deshumanización, amo conocer las historias de las personas. Por no pecar de intensa no lo hago, pero si fuera por mí, en cualquier reunión me sentaría al lado de alguien y le preguntaría:
¿Cuál es tu historia? ¿Qué te trajo hasta acá? ¿Cuáles son tus recuerdos más felices? ¿Y los desafíos que te marcaron? ¿Qué personas dejaron huella en vos? ¿Tenés algún sueño que te mueva más que otros? ¿En qué te autosaboteás? ¿Quién es tu persona favorita?
Podría seguir... tengo mil preguntas más.
Pero hoy no me quiero ir por ahí.
Volvamos a las entrevistas. Y a las charlas que llegan justo cuando tienen que llegar.
Hoy quiero aprovechar (mientras estoy en el evento de cierre de Fan!) para compartirte una que me encantó.
Él es Millán. Y aunque, de entrada, no haría nada de lo que él hizo, algo en su historia me conmovió. Me dejó pensando. Así que hoy, esta charla te la comparto a vos.