Se me había ocurrido una idea espectacular para este newsletter, pero después me la olvidé.
Confié en que me iba a acordar… pero bueno, no sucedió.
Esto, de alguna forma, refuerza algo que siempre digo: Las ideas se anotan!
Porque si no, en un segundo pum, se van.
Durante la semana fueron pasando los días, pero nada me convocaba a escribir.
Y digamos la verdad: escribir por escribir no me gusta.
Y siento que a vos, recibir algo así, tampoco.
Así llegué a este viernes, un día especialmente de corridas: trabajo, calls, terapia, y después buscar a Vito en la colonia.
A las 11:45, con llovizna de por medio, me subí al auto con hambre de una charla potente.
Y no tuve mejor idea que poner el podcast La casa que no tenemos, que —oh, casualidad— tenía el primer capítulo sin escuchar.(Data: el podcast de Sole Barruti y Darío Sztajnszrajber es espectacular).
En los 10 minutos que separan mi casa de la colonia hubo dos momentos que me conmovieron y me dejaron pensando. Tanto, que abrí los ojos, respiré hondo, puse las balizas y me mandé esas ideas por mail. Esta vez no me las iba a olvidar. Después, seguí camino, integrando todo eso que me acababa de atravesar.
En ese ratito sagrado de manejar sola, encontré lo que tanto estaba buscando: una reflexión punzante, que conmueve y al mismo tiempo toca un lugar incómodo. (De esas que te hacen levantarte un poco de la silla.)
Qué difícil es no hacerse la boluda.
Hoy quiero compartirte una de esas dos frases que anoté.
Le hice un mini twist, y te la dejo como disparador.
(Teniendo en cuenta que Fan de los Lunes es, por sobre todo, un viaje hacia el deseo y el disfrute...)