a clase de arte había terminado, pero Vashti se había quedado pegada a su asiento. Su hoja estaba en blanco. La profesora se inclinó sobre la hoja en blanco.
“Ah, un oso polar bajo una tormenta de nieve”, dijo.
“Muy divertido”, contestó Vashti, “NO se me ocurre qué dibujar”.
La profesora de Vashti sonrió. Vashti dejó su marca hundiendo el lápiz en el papel de un solo golpe.
“Haz solo una marca… y mira adónde te lleva.”
“¡Ya está!”
La profesora tomó la hoja y la estudió atentamente.
“Umm…”
Devolvió la hoja a Vashti y tranquilamente dijo:
“Ahora, fírmalo.”
Vashti pensó por un momento: “Bueno, quizá no sepa dibujar, pero sí sé escribir mi nombre.”
A la semana siguiente, cuando Vashti entró en la clase de arte, se llevó una sorpresa al ver lo que colgaba por encima de la mesa de su profesora: era el punto. ¡Había enmarcado su punto! ¡En un marco dorado!
“Umm… abriré mi caja de colores. ¡Puedo hacer un punto nunca antes entrenado, mejor que ese!” Y se puso a trabajar.
Vashti pintó y pintó. Mezclando el azul con el rojo en un punto amarillo, descubrió que podía pintar un punto verde, un punto violeta, un punto rojo… Vashti siguió experimentando.
“Si puedo hacer puntos pequeños, también puedo hacer puntos grandes.”
Vashti esparció los colores con un pincel más grande, en un papel más grande, y pintó puntos más grandes.
Unas semanas después, en la exposición de la Escuela de Arte, los puntos de Vashti causaron sensación.
A Vashti se le acercó un niño pequeñito que le dijo con admiración:
“Eres una gran artista. Cómo me gustaría pintar como tú.”
“Seguro que sabes”, le contestó Vashti, “Yo no sé dibujar.”
¿Yo? no puedo hacer ni una línea recta con una regla contesto
Vashti sonrió, le acercó una hoja de papel al niño.
A ver, le dijo.
El Lápiz del niño temblaba mientras trazaba su línea.
Vashti miró atentamente el dibujo, luego le dijo
Y ahora firmalo,