Cómo te explico que si hacés el laburo y confiás en tu tiempo interno, las respuestas aparecen.
El desafío para ellas (las mujeres de Fan) es ese mismo: hacer el laburo y confiar en el tiempo interno. El mío, saber cuándo hacer una pregunta picante y cuándo tener la templanza de simplemente esperar.
Esperar que las preguntas y los ejercicios hagan mella. Que después de tanto zamba los mandatos se aflojen (un poco) Que las ganas sean más grandes que los miedos,
Esperar que las fichas se acomoden y puedan ver(se).
Porque las respuestas siempre están ahí.
La pregunta de siempre es ¿nos animamos a verlas?
Entre vos y tu trabajo Fan hay varios monstruos que atravesar/o enfrentar.
Están las famosas anestesias, los miedos, los prejuicios, los mandatos, las excusas….
Pero una cosa es que yo me siente y te lo cuente, y otra muy distinta es que lo escuches —o lo leas— de alguien que lo vivió en carne propia.
Por eso hoy, el newsletter es más de Anita Passadore que mío.
Anita es, ante todo, una mujer. Entrerriana, pero que por motivos varios (lo cuenta en su newsletter el drama del cardo ruso) terminó mudándose a la Norpatagonia, allá por Cipolletti, Río Negro.
Lejos del verde y de la humedad de su Victoria natal, terminó enraizando igual.
Estudió Medicina, hizo todos los pasos que “debían hacerse”. Hasta fundó un laboratorio en el que todo iba bien.
Todo bien, salvo por ella —pequeño detalle—.
Después de un trabajo profundísimo, se animó a sacarse el ambo para traer al frente algo que siempre estuvo, pero en otro lugar.
Acá es donde me tomo un mate y te dejo con ella. En su último newsletter escribió:
¨El año pasado comencé una mentoría que, literalmente me cambió la vida. Fue tan intenso como transformador. Nos sumergimos en un viaje interior que nos llevó a descubrir tesoros escondidos, algún que otro dolor, mucha fuerza, y sobre todo la potencia que se encuentra en una red de mujeres dispuestas a compartirse con vulnerabilidad. Flor Carvutto, la capitana del barco, con la mezcla justa entre sensibilidad para crear un espacio donde sentirnos cómodas y abrirnos, y la templanza para marcar el ritmo y el rumbo, nos fue guiando por este buceo bajo años de sueños silenciados y deseos inconclusos.
En el medio del proceso teníamos que elegir éso que queríamos desarrollar. Yo estaba en blanco.Con mucha más claridad que cuando empecé, pero sin mucha idea de que, de porque, ni de cómo.
“Está más cerca de lo que piensan” nos dijo Flor tantas veces. Bueno, arranque con lo que sí tenía claro: quería escribir. Llevaba años haciéndolo y siempre, desde chica, soñé con ser escritora. Tenía una punta, una dirección. Pero persistía ahí en el fondo una pregunta dando vueltas: ¿por qué no el yoga? No la podía responder. Hasta hoy.
Mi práctica era -y es- sagrada, mi sostén. Mi barquito de cáscara de nuez sobre el que navegue mil y una tormentas, mi llave maestra. Mia. Una de las “mujeres FAN”, como nos decimos con mis compañeras de mentoría, me dijo varias veces “vos no sabes como te cambia la cara cuando hablas de yoga”. Y me lo decía -ahora me doy cuenta- con cara de “date cuenta hermana que es por ahí por el amor de Diossss”.
Pero cuando no podés, aunque tengas un elefante fucsia enorme sentado al lado, no lo ves. Yo ya era profe de Ashtanga y había dado clases antes, hacía alguna que otra suplencia en la sala donde practicaba. Y llevaba un tiempo largo practicando respiración, práctica que me voló la cabeza y que con un poco de timidez había empezado a compartir esporádicamente, en talleres aislados. Pero todo eso me excedía, me parecía ajeno. No podía identificarme con “la profe de yoga”. Era un traje que no me entraba.
¿Qué podía dar que no dieran ya, otras profes? ¿Cómo se sostiene un espacio energéticamente? ¿Alcanza lo que sé, cómo lo transmito, lo que tengo para dar?
De todas formas -me dije- voy a poner un horario presencial de Ashtanga, y vemos que pasa. En todo el tiempo que pasó desde que comencé esa mentoría, fui aprendiendo a hacer, haciendo. “Se hace, se aprende” es un mantra del curso. Y te digo la verdad, funciona. Porque es ponerle el cuerpo a la idea. El cuerpo puede interpretar mucho mejor el deseo que la mente.
(.....)
Eso me estaba trabando. Prejuicios. De que tendría que ser más ésto y menos de aquello. O que podría hacer más o mejor o de otra forma. Mandatos viejos que tal vez no logre desterrar nunca, pensamientos limitantes. Miedo a no llegar, a no bastar.
Siempre buscando lo que tengo que ser, sin abrazar -y reconocer- todo lo que soy. Todo eso operando en segundo plano, todo el tiempo. Hasta que me senté a respirarlo.
(....)
Hoy me di cuenta que por prejuicios y por pensar que no “encajo” me estaba frenando en la posibilidad de poner al servicio ésto que transformó mi vida. Un conocimiento en el que creo profundamente y sé que es una herramienta fundamental para estos tiempos que corren, tan rápidos y caóticos. Me estaba negando a mi misma el permiso para hablarte de Yoga, de transmitir lo que creo y siento, de compartir un saber que suma al bienestar colectivo. Como si se pudiese escribir de otra cosa que no sea lo que te atraviesa.
Necesité varios meses para procesar todo esto, y sobre todo, necesite hacer. Te lo pueden decir en todos los idiomas, pero hasta que no pasa por el cuerpo, no se integra.
“Practica y todo llegará” es un dicho muy popular en el Ashtanga. Llegará todo lo que necesitemos para el próximo paso, estoy segura. La vida no se trata de encajar, ese es otro condicionamiento, otro intento de nuestros sistemas de regulación por sentirse a salvo. No es que esté mal quedarse ahí.
Pero me pregunto cuánto de nuestro potencial tiramos a la basura por no animarnos a dar un paso fuera de ese lugar de -aparente- seguridad. Ojala nos aventuremos a ver que hay más allá. Ojalá nos animemos a ser fan de nuestra vida, incluyendo los lunes. Voy a por ello. El sábado que viene te voy a contar las novedades que se vienen en éste espacio, que me entusiasman y me dan mucha alegría.¨
Leerla a Anita me alegró el corazón, de verdad. Es un honor, un placer, un orgullo y una felicidad tan grande poder acompañar estos procesos tan profundos.
En tiempos del “todo ya”, estos procesos nos recuerdan que lo importante lleva tiempo, foco y apertura.
Pensando en vos, ¿En qué parte de tu proceso profesional necesitás más tiempo, foco o apertura?
y para terminar
¿Qué pensás si te digo que tu trabajo Fan está más cerca de lo que imaginás?
Data de Anita Passadore:
Los newsletters que más me gustaron (a mi juicio, la joya oculta de su trabajo)
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