Y creo que eso es algo que nos cuesta mucho aceptar:
que la valentía siempre va a traer miedo.
Siempre.
Y está bien que sea así.
y es orgánico y natural.
Si esperamos a que llegue ese momento en el que todos los planetas se alinean,
en el que todo esté claro,
en el que el miedo desaparezca,
nos vamos a quedar esperando.
nos vamos a morir esperando.
Porque ese momento no existe.
Las cosas suceden cuando nos animamos a avanzar igual, con miedo, con dudas, pero también con la certeza de que esto es algo que queremos y que es importante para nosotras.
Y ojo, no hablo de saltar al vacío.
El cambio se puede planificar.
Podemos hacerlo paso a paso.
Pero en todo esto
vamos a necesitar varios momentos de valentía.
Momentos de valentía más chicos,
como sentarse a escribir,
darse tiempo para una,
poner un límite,
hacerse preguntas incómodas,
abrazar los no sé
o simplemente animarnos a mirar lo que duele.
Y también momentos de una valentía un poco más grande,
que impliquen diseñar un trabajo que nos haga bien
y animarnos a ir por ello.
La valentía no llega sola,
pero cuando llega, tiene el potencial de cambiarlo todo.