Querida First name / amigx,
 
Imagínate lo siguiente:
Llevas corriendo un buen rato y estás muy cerca del final. Aprietas el paso. La cámara te sigue y se enfoca en tu cara. Resoplas con fuerza mientras aceleras un poco más. Vas cuesta abajo. El travelling de una cámara imita tu movimiento en paralelo. Tus piernas arden. Tus pies retumban. Y te acompaña una canción que el público escucha y tú te imaginas. Tus pulmones gritan, pero no paras. No paras porque llevas corriendo una hora y ya casi estás. Oyes cómo las zapatillas chocan contra el asfalto. Tap, tap, tap, tap. Cada vez más rápido. La inercia te lleva. Y llegas. Cruzas la meta. Liberas.
 
Así como me hace sentir esta canción
Mi relación con ella llega antes de la pandemia, siendo una revelación de deseos que no sabía que acumulaba. Y ahora vuelve, pero no de manera liberadora, sino a modo de condena.
 
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La vuelta de septiembre trae consigo muchos sentimientos, que desde hace ya tres años han dejado de ser de emoción por el nuevo curso escolar -el qué me deparará, el me enamoraré este año en el campus (spoiler: no), y un largo etcétera de esperanzas- para dar paso a la nostalgia. Un amigo un día me dijo que la nostalgia es venenosa. Aquel día me atreví a contradecirle, pero hoy me encuentro dándole la razón.
 
Septiembre es el mes de la nostalgia por excelencia. Es la vuelta a la rutina, al curro, al cole, al gimnasio… Es el recuerdo de que los días se hacen más cortos y también nuestro disfrute. Pero este año, nada de esto me molesta. Es más, lo agradezco. Pero lo que me pesa de verdad es el paso de un año más y el volver a estar en lo que, en apariencia, parece ser el mismo punto de partida. Dije en esta newsletter que volver a Pamplona se había sentido como una derrota, y me corregí con rapidez. Esta vez que el sentimiento vuelve, no está siendo tan fácil cambiar esta percepción.
 
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Pero no por ello he dejado de intentarlo. Esta vez me he encomendado la tarea de ser la directora de mi película. Coger los elementos cinematográficos y transformar mi mirada en cámara, mi oídos en banda sonora, mis vivencias en arcos narrativos. Y, sin ánimo de ponerme técnica, pero sí con la intención de demostrar que hice cuatro años de Audiovisual, el objetivo final es crear la escena de manera diegética, es decir, “dentro del mundo donde ocurren los acontecimientos narrativos”. En otras palabras, vas corriendo y el que escucha la música eres tú y no el público. Algo un poco como este vídeo. La liberación se debe sentir así, yo creo.
 
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Y navegando por el sentimiento de nostalgia me topé con otra canción. Que diré que es la nostalgia positiva (porque wow, throwback) y también la negativa de manera simultánea (solo hay que escuchar la letra para confirmar que, en efecto, septiembre está teñido de nostalgia).
 
Muchas gracias, nuevamente, por llegar hasta aquí. Espero que la nostalgia no te consuma, y que logres la liberación de los clímax en las escenas diegéticas de tu vida, pues es lo que se merece la luz de septiembre. Que es, sin duda, la más bonita del año.
 
Con mucho amor,
xx Andrea
 
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PD. antes de despedir el verano, el mar y todo lo que se asocia a los meses calurosos, mi familia y yo nos juntamos cuatro días para recorrer la Costa Brava. Siento que es un espacio que se ha masificado, pero que los rincones que la hicieron famosa no se han desvanecido del todo. Son los acompañantes de esta carta, porque la nostalgia, el mar y el último respiro del verano, son muy de estas fotos.
 
 
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