A veces la causa no es la causa, sino el efecto
 
      «¡No puede ser! De nuevo tengo que estar comiendo recalentado».
      «Tres años en la casa y ahora de vuelta a la oficina. ¿Cómo carajos no me fui antes de que esto pasara?»
     «Cámbiate de canal, van muy lento».
     «¿Hasta cuándo este trabajo, Bearneily?, mira cómo estás toda enferma».
     «¿Con cuál freno? ¿Piso la de la izquierda o la derecha? Ay, qué miedo, ¿qué me pasa? Nunca había dudado con cuál frenar». 
     «¡ESTÁ EN ROJO, FRENAAAAAAAA!»
 
Entropía: 
(Del gr. ἐντροπία, usado en varios sentidos figurados).
1. f. Fís. Segunda ley de la termodinámica
2. f. Fís. Medida del desorden de un sistema.
3. f. Psicol. Cantidad de incertidumbre que hay en un sistema.
 
🏥 Primer diagnóstico:
 
Colon inflamado por estrés. 
“Ve al psicólogo o haz algún deporte”, me dijo el gastroenterólogo.
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🏥 Segundo diagnóstico:
 
Síndrome ansioso reactivo a sobrecarga funcional. 
“Estás a punto de un colapso por estrés. Estás burnout. Ve con una neuróloga, joven y que sea mujer, busca una cita y explícale por lo que estás pasando para que te dé una licencia por estrés”, me dijo mi psicóloga. 
 
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🏥 Tercer diagnóstico:
 
Trastorno mixto de ansiedad y depresión. 
“Tómate esto al pie de la letra y vuelve en tres semanas para evaluar si extendemos la licencia”, me dijo la neuróloga, joven y mujer.
 
⚠️Spoiler alert: la extendió… 
 
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⚡️⚡️⚡️ Me cayó la neta del planeta: 
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«Me recetaron ansiolíticos. O sea, no tengo la capacidad de autorregularme. Estoy en el foso, ahora sí que toqué fondo. ¿Cómo pude llegar a este punto?». 
 
Entropía, caos, ansiedad -mucha-, llanto, culpa, desánimo, cansancio, soledad, frustración, tristeza profunda.  
 
Decidí escuchar mi sabiduría interior, no tomar los medicamentos(*), y optar por altas dosis de adaptógenos, recetados por un médico funcional. Mi tiempo de reposo lo acompañé con mucha disciplina, meditación, naturaleza, escritura, lectura, plantas de poder, terapias holísticas y psicológicas (me faltó el ejercicio físico). 
 
Podía empezar a sentir el equilibrio de nuevo en mí. 
 
Sólo bastó volver a la oficina, y esta vez presencial, para que también volviera la ansiedad en todas sus formas. 
 
Esa mañana, mientras empacaba mi comida para recalentar en la oficina, lloré un poco. Me recompuse y creí haber apagado mi diálogo interno, hasta que mientras manejaba reapareció como un tsunami con ataque de ansiedad incluido, el peor de todos los que viví en esos meses.
 
Frené en el momento justo cuando decenas de personas empezaban a cruzar por el paso peatonal de una avenida súper concurrida de la ciudad a esa hora de la mañana. 
 
El pensamiento de que pude haber atropellado a muchas personas me acompañó durante todo el día, en el que por supuesto, tuve que estar sonriendo en la oficina. 
 
Allí comenzó la noche más oscura de todas las que había transitado en mi despertar y me juré a mí misma salir de ahí. 
 
Pude ver dos caminos muy claramente: la resignación y la aceptación. 
 
Caminé alrededor de la resignación como quien inspecciona una posibilidad. La imagen no estaba tan mal… Periodista, 15 años de experiencia, muchos matarían por tener ese cargo y el sueldo, cero riesgos, independencia económica, todas las necesidades cubiertas (las de mi familia también), 15 días de vacaciones al año. ¡¡Uuuuffff, el confort del sistema!! 
 
Pero… la piedrita en el zapato no se esconde. Me veía ahí, frente al computador con mis ideas enjauladas por muchos años más (tal como en el newsletter anterior). Casi podía sentir mi energía vital al mínimo.
 
Volteé la mirada y allí estaba la aceptación. Tenía mi rostro, pero con expresión serena. Sentí ligeramente su resplandor de plenitud. Quería abrazarla para que me embargara del todo esa sensación.
 
La miré a los ojos y le dije que, de aquí en adelante, ninguna otra cosa ocuparía mi energía más que construirme el privilegio de poder renunciar a mi trabajo y juntar toda la valentía posible para hacerlo. Vencería mi miedo a la escasez, la última trinchera de desmerecimiento que me faltaba, y finalmente me haría cargo de lo que mi alma venía gritándome desde hace tanto rato: “Ya sabes cuál es tu propósito y no es este”. 
 
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Ilustración de @severimarcos
 
Al abrazar la aceptación me di cuenta de que mi trabajo no era la causa, era el efecto de una decisión postergada. Era el recordatorio diario de que debía moverme. Era la piedra en el zapato en mi mundo exterior que me recordaba la incomodidad en mi mundo interior. Era la excusa para no crear mi nueva vida, pero también fue el puente.  Era el cúmulo de todos los trabajos extenuantes que había tenido en 15 años, porque era la mejor forma de continuar reproduciendo el patrón de sacrificio con el que crecí. 
 
Cuando acepté esta verdad sobre mi trabajo, hice las paces con él. Fluyeron las aguas, le di mi máximo potencial en agradecimiento, y  -como si hubiese sido tocado por un hada-, todo se dio para cerrar esa etapa en el momento perfecto, con los fondos que me permitían hacerlo y con la grandiosa oportunidad de darme una pausa recorriendo el mundo, para vivir mi duelo y recalcular el GPS.
 
Si algo he aprendido muy bien estos años es que sólo aceptando puedo cerrar ciclos cuidándome a mí y no dando portazos. 
 
Así lo hice con mi país de origen, con mi familia, relaciones de amistad y sociedades que caducaron, y ahora, me convertí en una cinturón negro, triple saiyajin máxima, máster yoda, en este arte: cerré el ciclo EN PAZ con mi trabajo, ese que por muchos años suplantó el puesto de mi verdadero propósito, sólo para mostrarme que he venido a vivir una vida de múltiples transformaciones y esta es apenas una de ellas.  
 
Lo que a simple vista es la causa de nuestra infelicidad, deja de serlo cuando nos regalamos el espacio para ver qué hay detrás. Justo ahí nos damos cuenta de que en realidad es el efecto de una decisión no tomada, de una sombra no integrada. 
 
Seguimos… 🚶🏻‍♀️
 
Nueva regla de la termodinámica 
(descubierta por mí)
La entropía sólo encuentra equilibrio en la aceptación y no en la resignación ante lo que ES. 
(*) Ojo: mi decisión de no tomar medicamentos no pretende incentivar esta conducta o satanizar los ansiolíticos. Fue una decisión personal en pleno conocimiento de las consecuencias para mi salud mental.  

😉 Yo que tú… 
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📲 Yo que tú me hago unas deliciosas 🍿 y preparo muchos pañuelitos 🤧 para ver este peliculón basado en hechos reales, que nos lleva a reflexionar sobre el rol que asumimos ante las injusticias y cómo podemos convertirnos en agentes de cambio, creyendo con convicción en nuestro poder creador y poniendo en acción nuestros valores. La encuentras en Amazon Prime.  
 
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✍️ Yo que tú me preparo un té 🫖, me arremango la camisa 💪, saco mi journal y me dispongo a entender aquello que yo creo que es la causa de la infelicidad en mi vida. Entender abre la puerta a la aceptación. Esta herramienta me ayudó a mí: 
 
1. ¿Cuál es la principal causa de infelicidad en mi vida?
 
2. A esa respuesta, hazle las cuatro preguntas de Byron Katie en The Work
 
a) ¿Es eso verdad?
b) ¿Tengo la certeza absoluta de que eso es verdad?
c) ¿Cómo reacciono cuando tengo ese pensamiento?
d) ¿Quién sería sin ese pensamiento?
 
Ahora invierte el pensamiento (el concepto que estás cuestionando), y no olvides buscar ejemplos genuinos y específicos para esa inversión.

Nos leemos el próximo jueves 💚
Esta es la señal que estabas esperando para ACEPTAR tu realidad y empezar a ver esos obstáculos como puentes para construir nuevas realidades
Bearneily Toro
 
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